La cerámica catalana, un valor en auge
La cerámica catalana, fabricada desde el siglo XV, conforma uno de los estilos más importantes y especiales en cuanto a cerámica antigua se refiere. No hay ningun centro artesano que haya sobrevivido al paso del tiempo y, aún así, esta cerámica artesanal obtiene un interés muy distintivo, siendo Barcelona y Reus los productores más importantes de venta de cerámica.
La técnica de cerámica catalana sigue un poco el estilo de la de Manises pero dispone de características propias que destacan especialmente en los temas decorativos y en las tonalidades de su color dorado. También se le atribuye una tendencia marcada a la cristianización de las decoraciones, incluyendo la figura humana y los temas religiosos además de sus complementos ornamentales típicos. La piña enrejada, las hojas lobuladas y dentadas y los frutos con semillas serían un ejemplo de estos.
Los dos grandes tipos de cerámica catalana
La cerámica catalana se podría diferenciar entre dos tipos en lo que la calidad del trazo y los motivos decorativos se refiere.
Por un lado tenemos al que podríamos denominar como popular. Propio del siglo XVIII, se caracteriza por tener un estilo con el trazo poco cuidado, muy meticuloso y de factura más esmeralda. Este tipo de cerámica estaba muy influenciada por la tradición hispanomorisca, lo que conllevaba que tuviera en gran medida motivos geométricos y del mundo vegetal.
Por otro lado nos encontramos un estilo con una tendencia más marcada a los modelos renacentistas italianos. En este tipo de cerámica antigua primaba el uso de bustos, figuras femeninas, guerreros y cabezas de ángeles. Además también reciben la influencia de Delft, propia de los Países Bajos, que conlleva la introducción de la decoración de azul sobre blanco y las representaciones de temas populares. Las aleluyas y las escenas de vida cotidiana son un ejemplo de esto. De aquí surgen los famosos “azulejos de oficio”.
Los azulejos de oficio catalanes se caracterizan por representar los distintos oficios artesanales de la época. No solo eso, sino que además, con el paso del tiempo también se emplean en estilos más enriquecidos, con una nueva y fresca policromía y que trata temas más religiosos y fantasiosos.
La Loza, modalidad por excelencia de la cerámica catalana
Es un hecho que la modalidad por excelencia de la cerámica artesanal catalana es la Loza. La mayor parte de su producción se centra en piezas de vajilla y en el tradicional azulejo de oficios.
Pero, la verdad es que las lozas catalanas han ido cambiando y rediseñandose a lo largo de los siglos.
Las primeras muestras relevantes son propias del siglo XIII, denominadas lozas estannisferas. Piezas en tonos verde y morado similares a las de Paterna y Teruel pero con fondo blanco y un dibujo más pulcro y preciso.
Entre los siglos XV y XVI se caracterizan las lozas con decoración monocroma en azul, influenciadas por la de Paterna. Era común verlas en forma de vajillas o azulejos. También eran importadas de Manises, aunque en Barcelona se hacían de una forma más sencilla y más geométrica.
Entre los siglos XVI y XVII tienen lugar las lozas de reflejo dorado, propias de Barcelona y Reus, tienen un estilo renacentista con motivos humanos o heráldicos. También están relacionadas con la loza de Muel, propia de Reus. En el siguiente siglo, este clase de loza dorada se diferencia aún más del resto de España con una decoración todavía más renacentista. Se encuentran bordeados con los populares festones uña.
La última loza relevante aparece en el siglo XVIII y destaca por sus tonalidades en azul y blanco, empleada para vajillas o recipientes y para azulejos de oficios.
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